Dieta
El papel de la dieta es crucial en el desarrollo y la prevención de las enfermedades cardiovasculares (ECV). La dieta es un factor de riesgo clave modificable para las ECV.
Cambio en los hábitos alimenticios
El peso promedio de los seres humanos está aumentando. En la segunda mitad del siglo XX se produjeron importantes cambios en las dietas diarias, pasando de las dietas basadas en plantas a las dietas basadas en animales con un alto contenido en grasas.
La epidemia de obesidad se está extendiendo a los países de ingresos bajos y medios como resultado de los nuevos hábitos alimentarios y las formas de vida sedentarias, que alimentan las enfermedades crónicas y la mortalidad prematura.
Componentes de una dieta saludable
Una dieta saludable debe ser baja en grasas saturadas, sales y carbohidratos, y alta en frutas y verduras. Además, comer granos enteros, al menos dos porciones de pescado a la semana y nueces puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a los individuos:
Limitar la ingesta de grasas y desplazar el consumo de grasas de las grasas saturadas a las grasas insaturadas y hacia la eliminación de grasas trans.
Aumentar el consumo de frutas y verduras, y granos enteros y nueces. Los adultos deben consumir al menos 500g de frutas y verduras frescas al día.
Limitar la ingesta de azúcares libres y el consumo de sal (sodio) de todas las fuentes. Una guía reciente recomienda comer menos de 1,500 mg de sodio al día
Sobrepeso y obesidad
El sobrepeso y la obesidad se clasifican según el índice de masa corporal (IMC) del individuo. El IMC se mide dividiendo el peso de una persona por su altura al cuadrado en metros. En los adultos, el sobrepeso se define como un IMC de 25,0 a 29,9 kg/m2; la obesidad se define como un IMC de 30,0 kg/m2 o superior.
Impacto de la obesidad en la salud del corazón
La obesidad es un factor de riesgo independiente para las enfermedades cardiovasculares. Una persona con sobrepeso puede desarrollar hipertensión, diabetes tipo 2 y trastornos musculoesqueléticos.
El aumento de peso corporal lleva a un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y la incidencia de hipertensión aumenta. Las estadísticas muestran que el 58% de la diabetes mellitus a nivel mundial y el 21% de las cardiopatías crónicas son atribuibles a un IMC superior al 21%.
El exceso de grasa también puede afectar la presión arterial y los niveles de lípidos en la sangre de una persona, interfiriendo con su capacidad para usar la insulina de manera eficaz.